Foto: composiciónLR/Jazmin Ceras/Diana Rodríguez Díazhttps://larepublica.pe/cultural/2024/03/24/elton-honores-se-le-da-mas-pantalla-a-novelas-autobiograficas-lo-demas-pareciera-marginal-libros-peruanos-ciencia-ficcion-1654083
Elton Honores: "Se le da más pantalla a
novelas autobiográficas, lo demás pareciera marginal"
Vampiros telépatas huyendo de cazadores neonazis, parodias
hacia la literatura peruana, un cardenal de ideas radicales contra los monstruos
de la noche. Elton Honores ha publicado 'Nunca seremos nacidos', una atípica
novela de lectura ágil, sin tiempo para pisar los frenos.
Bruno Cueva
El ícono del vampiro en la literatura gótica continúa una
tradición que se remonta a la obra pionera de John William Polidori desde 1819.
En las conversaciones acerca de esta criatura de la noche —por ejemplo,
'Drácula', del archiconocido Bram Stoker—, comúnmente se habla de que cazan a
sus víctimas para beber su sangre y subsistir. Más adelante, en 1872, el autor
irlandés Sheridan Le Fanu rompió las convenciones vampíricas al publicar
'Carmilla', novela basada en la leyenda de Isabel Bathory, apodada la 'Condesa
Sangrienta'. La historia, en su conjunto, desafió a la sociedad conservadora
porque presentaba una clara relación erótica entre Laura y Carmilla.
Sin embargo, también se concibe al vampiro como un ser
abyecto que consume la energía vital de los humanos. Enfocándonos en el caso
local, Elton Honores Vásquez, doctor en Literatura Peruana y Latinoamericana
por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, ha ido un paso más allá al
situar a este símbolo del terror en la realidad contemporánea y el imaginario
retrofuturista. Loredano, personaje principal de la novela 'Nunca seremos
nacidos', escapa incesantemente de los fanáticos de la Crítica Nazi (séquito de
Hitler) hacia otras dimensiones paródicas y disparatadas.
Entre el horror, la ciencia ficción, la crítica empedernida a
la clase política y una amenaza vampírica que se encarama desde los abismos del
centro de Lima, Elton Honores, también investigador del Instituto Raúl Porras
Barrenechea, ha diseñado las rutas de una novela multirreferencial, en la que
recordaremos escenas de 'La naranja mecánica' (Anthony Burgess, 1962), 'Mañana,
las ratas' (José B. Adolph, 1983) y de la vasta narrativa de H. P. Lovecraft.
Te invitamos a leer la siguiente entrevista:
—¿Por qué elegiste la figura vampírica como el tema dominante
de la novela?
—Para mí, la figura del vampiro es un pretexto. Por un lado,
está bastante agotada en la literatura fantástica. Lo que propuse en la novela
fue una nueva mirada. La relaciono con los textos de Clemente Palma. Hay uno
que se llama 'Mors ex vita', que se publica en 'Historietas malignas'. De allí
me inspiro un poco para crear a Loredano, el vampiro protagonista.
—¿Cuánto te costó aislarte un tanto de tu voz de crítico
literario e investigador para priorizar tu voz narrativa, un registro distinto?
—Mucho tiempo atrás he tenido interés de escribir ficción.
Ocurre que aquí, en el Perú, hay una visión limitada o separada de la labor del
crítico con la del que produce ficciones (...). En la novela, sin embargo, hay
pasajes que yo llamaría 'ensayos apócrifos sobre la literatura peruana'.
—El libro rebosa de conspiraciones, por ejemplo, la huida
secreta de Hitler para legar el nazismo. ¿Eres alguien que se cuestiona día a
día lo que se nos ofrece como realidad a través de voces oficiales?
—La historia es un discurso, una construcción. De hecho, lo
que se aproxima a los acontecimientos del pasado realiza también una
reconstrucción hasta cierto punto ficcional, hay que llenar vacíos, especular.
Lo del escape de Hitler es una teoría de la conspiración. Es curioso: para
escribir un par de párrafos sobre eso, leí dos libros enteros. Así le di
sustento. Leí más de historia que de conspiraciones, eso sí.
—Vas más allá. En la novela clonan a Hitler para preservarlo
de alguna manera. ¿Hay una analogía entre ello y nuestra clase política, que
parece mostrar los mismos rostros de siempre para elegirlos una y otra vez?
—Es interesante ese modo de analizarlo. Incluso esos rostros
pueden cambiar, pero tener las mismas ideas de siempre, desfasadas, rancias...
—En 'Nunca seremos nacidos', hay menciones constantes a la
tercera guerra mundial. ¿Es tal vez tu miedo o pronóstico más recurrente?
—Me remito al año 2010, al amago de una tercera guerra
mundial entre Corea del Norte y Estados Unidos. Hace 14 años, la sensación de
un conflicto a gran escala estaba a la vuelta de la esquina. Se supone que ese
sentimiento era más propio de la Guerra Fría. Ese miedo está latente. El mundo
puede acabar en cualquier momento, ya nos hemos acostumbrado a esa
cotidianidad. Mucho del cine y de la literatura distópica ha normalizado la
idea del colapso global.
—Vemos que en la página 32, cuando se expone la querella del
'escritor mestizo', asoma tu vena crítica. ¿Sientes que la coexistencia de
varios tipos de escritores (como los citados en el libro: progresistas,
aburguesados, de realismo sucio) es necesaria o solo se satura el mercado?
—Es complejo. En realidad, hay un aspecto en la novela que
tiene que ver con lo paródico. Ahora, si me pides una reflexión, eso escapa a
la novela. Hay una predominancia, a nivel de medios de comunicación, de un
cierto tipo de literatura. Se le da más pantalla a novelas autobiográficas, con
problemáticas de cierta clase social.
—Percibes predilecciones.
—Solo hay una vitrina para ese tipo de literatura, en parte,
por las dos grandes transnacionales que lideran en el Perú. Todo lo demás
pareciera marginal. También vemos un tema racial. Cuando se habla de literatura
tusán (autores descendientes de chinos en el Perú), por ejemplo, aunque la
intención sea positiva, sigue habiendo un racismo indirecto.
—En la novela hay alusiones directas a 'Mañana, las ratas',
de José B. Adolph. ¿Cuán importante es aquel autor de culto en la conformación
de la ciencia ficción peruana?
—De José B. Adolph, los escritores contemporáneos aprenderán
bastante. No se le ha dado el lugar merecido. Tiene un sello personal, propio,
rasgos particulares. Él no copia a nadie, enfrenta a sus demonios. Todo artista
debería apuntar a eso. Lo que yo veo de la literatura fantástica actual es que
intentan copiar modelos extranjeros, sin ninguna repercusión, una especie de
lenguaje de best seller. Manda la simpleza, la acción, la poca profundidad. Al
final, eso es dañino para el ecosistema del libro.
—¿El humor y la ciencia ficción son una fusión perfecta?
Adolph jugaba mucho con la comedia mezclada con el futurismo...
—Hay que pensar en otras maneras de leer literatura. Por eso,
en el apéndice final de 'Nunca seremos nacidos', remarco la idea del
entretenimiento, la comedia. No de un entretenimiento grave, sino de algo que
te distraiga, pero que te haga pensar y repensar. Siempre ahondamos en temas
serios, graves, trágicos...
—Como en varios concursos peruanos de literatura.
—Casi siempre los premiados en concursos de literatura
escribieron sobre novela histórica, el denominado 'género serio', digámoslo
así. No está mal. Pero cuando se vuelve norma u obligación, allí está el
problema.
—Se siente tu rabia por la clase política en la novela.
¿Expresas también tu desconcierto por la situación actual?
—Sí, hay una visión rabiosa. Es el Perú, ¿no? Recordemos que
la literatura también es política. Creo que 'Nunca seremos nacidos' no llega a
ser un panfleto, pero sí muestra aspectos de la historia del Perú.